Confrontación Con Amor: El Modelo De Jesús (Segunda Parte)

 Si no ha leido la primera parte de esta publicación, le invito a que lo haga antes de leer y analizar el contenido de este artículo. Veremos a continuación los siguientes tres pasos de cuatro que Jesús nos da en su modelo de confrontación con amor.


Paso # 2: Encuentro Con Testigos

Solo si la reprensión privada en amor no funciona debemos invitar a otras personas a participar en este próximo escenario: “Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.” (Mateo 18:16). Estos que son invitados a participar deben ser personas “espirituales” como las indicadas en Galatas 6:1. Note que no debe ser un grupo de personas, sino de uno a tres. Estos deben ir al encuentro con el hermano que ha faltado con la misma actitud de discresión y privacidad que caracteriza el pimer paso. Personas inmaduras, chismosas, habladoras que no saben guardar confidencia no deben participar ni estar cerca en ningún aspecto de los procesos de restauración. Deben ser personas respetadas por el ofensor y que la amen en verdad.

Es interesante que Jesús resalte que la participación de estos hermanos tiene como intención que “en boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Cuando una persona no acepta inmediatamente la reprensión de amor, aún siendo “sorprendida en una falta” muchas veces hay una tendencia a negar y aún a tergiversar con tal de no admitir. Con amor y sabiduría testigos deben derribar argumentos que muchas veces son utilizados cuando se activan los mecanismos de defensa y los sentimientos anticipados de verguenza que buscan eludir la reprensión de amor. Estos hermanos deben actuar como mediadores imparciales entre el ofensor y los ofendidos. Y debemos resaltar que la meta principal de este equipo es sencillamente ser un catalizador de la acción del Espíritu Santo, quien es el que convence. No es un tribunal ambulatorio, ni acosador. Debe haber una conciencia clara de que es Dios el que hace la obra en el corazón. Así que la preparación en oración y la total sujeción al Espíritu Santo son indispensables en la vida de cada participante.

Nuestro deseo y oración es tener un encuentro exitoso donde el hermano dé el paso de admitir su culpa con el propósito de ser restaurado. En nuestra experiencia esto es lo que sucede en la mayoría de los casos. Si esto pasa, debemos perdonar al hermano y de ser necesario trabajar conforme al programa o plan de restauración sugerido en nuestro artículo anterior.

Sin embargo, en ocasiones ha sucedido que la persona persiste en no escuchar, como el mismo Jesús señala. Este “no escuchar” puede venir acompañado de acciones y actitudes negativas, y los que van a este encuentro para mediar o ser testigos deben considerar la posibilidad de que las siguientes situaciones se produzcan:

  1. Resistencia y hostilidad.
  2. Explosiones de ira o crisis de depresión y llanto con tal de que se acepte la negación de un pecado evidente.
  3. La posibilidad de que la persona intente desviar la atención con tal de que se enfoquen en fallos del proceso o en las faltas de otros involucrados.
  4. Críticas a la iglesia, el liderazgo de la iglesia, el cristianismo en general y al mismo Dios.
  5. Intentos de manipular sea con amenazas, recompenzas o argumentos.
  6. La persona puede cerrarse y negarse a hablar.

Estas situaciones han provocado que en algunos casos los que median “tiren la toalla” y dejen al caido a su suerte. Hay que ser  pacientes. En ocasiones hay que hacer una pausa y sencillamente dedicarse a orar, esperar y mostrar amor. El que restaura debe tener cualidades particulares las cuales presentaré en un próximo artículo que le lleven a navegar estas situaciones, entre ellas: no debe ser contensioso, o sea una persona que le guste atacar y discutir; debe ser paciente, amable y manso, pues en la mansedumbre se encuentra la mayor fortaleza. A veces requiere tiempo y persistencia en amor para que Dios obre en el corazón del hermano caido. (2 Timoteo 2:24-26).

Paso # 3: La Iglesia Participando

“Si no los oyere, dilo a la iglesia;” (vers. 17a). Aunque Jesús no se refirió al concepto iglesia que se maneja a partir del libro de los Hechos, entendemos que este concepto de asamblea (eklesia en el Griego) podemos envolverlo en la riqueza doctrinal de lo que significa ser parte de la Iglesia de Cristo: Un cuerpo vivo, compuesto por muchos miembros, cuya cabeza es Jesús. (1 Corintios 12). La participación de la comunidad de creyentes debe darse en el mismo contexto y con el mismo propósito planteado por el dueño de la iglesia: Intentar que no se pierda mi hermano.

En este punto entendemos que los “testigos” del paso anterior deben comunicarse con las autoridades espirituales de la iglesia, si es que ellos no tienen conocimiento de la situación, con tal de que se haga la notificación de lugar al cuerpo de creyentes. No se trata de una notificación para avergonzar, ridiculizar o castigar. Nos debe doler la situación del que peca o se aleja, de la misma manera que todo el cuerpo se duele cuando uno de sus miembros no funciona bien. Lo que se espera es que la comunidad de fe ore por él, le muestre amor y le invite a dar pasos hacia la restauración. La iglesia debe ser instruida y guiada a rechazar el pecado, pero no al pecador. De acuerdo al caso, esta notificación debe evitar entrar en detalles que contribuyan al chisme o la murmuración. Aquellos miembros de la iglesia que se acerquen al hermano deben ir con la misma actitud y conciencia que describimos en el paso # 2.

Es probable que la persona se sienta avergonzada o se moleste por que se haya dado este u otros pasos bíblicos. En todo caso, el cuerpo de creyentes debe mostrar unidad y evitar que se estropee esta parte del proceso creando tiendas aparte en favor o en contra del hermano. Este es un punto sumamente delicado en el que mas de una iglesia se ha visto en crisis por el mal manejo de una situación de pecado, especialmente cuando esta envuelve alguno de sus líderes. En ocasiones no se maneja la situación de una manera bíblica y en otras ocasiones el mismo Satanás incide en crear un ambiente de desacuerdos y enfrentamientos que llevan a divisiones.

Es pertinente que antes de notificar a la iglesia nos aseguremos de que:
  1. En verdad el hermano cometió una falta; que no se trata solo de comentarios y sospechas y que existen pruebas irrefutables.
  2. Que las personas que están mediando entre ofensor y ofendidos no son parte de la situación de pecado.
  3. Que se ha tratado la situación en privado siguiendo pautas de imparcialidad, amor y verdad.
  4. Que los hermanos que se han acercado al ofensor han dado todos los pasos, han agotado todos los recursos de la reprensión en privado y no queda otro camino sino involucrar a la iglesia.
  5. No dar este paso sin antes haber orado intersediendo lo suficiente por el hermano.
  6. Asegurarnos de que hay un concenso en cuanto a involucrar a toda la iglesia y que es el Espíritu Santo quien nos está guiando a esa desición. Note que es en ese contexto que Jesús mas adelante nos habla de la oración donde “dos o tres se pusieren de acuerdo”.
Creo que es claro para el lector que no todas las situaciones de faltas cometidas por un hermano deben llevarse a la asamblea de creyentes. Sin embargo, en ocasiones la misma falta degenera en un escándalo público y la persona queda expuesta como consecuencia de la misma situación. En otras ocasiones se hace necesario hacer algún tipo de declaración pública por parte del pastorado para aclarar y contrarrestar tergiversaciones que muchas veces afectan negativamente estos procesos y las personas involucradas. En todos los casos y en especial en casos extremos se requiere que, por encima del ofensor se proteja a las víctimas (si las hay) y si hay implicaciones legales, hay que consultar a profesionales en las áreas que conciernan. Sea cual sea la medida, no se debe perder el enfoque de que el propósito de todo esto es que no se pierda mi hermano.

Paso # 4: Excomunión

Personalmente en los mas de treinta años que he servido en diversos ministerios conozco de pocos casos en los que se haya tenido que tomar esta medida. No es lo que Dios ni la iglesia desean, pero este último paso o escenario se produce como resultado de agotar todos los pasos anteriores y que aún así una persona se niegue a escuchar: “y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil o publicano.” (vers. 17b). Nuevamente Jesús habla en un contexto judio. Las palabras “gentil o publicano” se refieren a grupos de personas, por un lado no judias (gentiles) y por otro lado consideradas enemigas de los judios (publicanos). Por aplicación, Jesús plantea utilizar la drástica medida de considerar a una persona que no se arrepiente como no miembro de la comunidad de fe. Esto es corroborado por multiples pasajes de la Escritura: “Quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer.” 1 Corintios 5:11 (NVI). “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”. 1 Timoteo 5:20. 

Es posible que el dolor causado por esta disciplina finalmente produzca el remordimiento y la convicción de pecado. Es posible que el hermano entienda que la iglesia no toma con ligereza conductas pecaminosas. La soledad y el apartamiento pueden ser usados por Dios para llevarle a la contricción. Tal fue el caso del hombre de 1 Corintios 5, el cual Pablo aconsejó drasticamente que fuera "entregado a Satanás", o excomulgado (1 Corintios 5:5). Sin embargo, tristemente en muchas ocasiones la misma persona es la que se retira de la iglesia. Es importante señalar que el hecho de que se llegue a este punto no significa que debemos olvidarnos de el hermano. Debemos seguir orando y mostrándole el amor de Cristo, al mismo tiempo que le dejamos ver nuestra postura firme en contra de la actitud pecaminosa, no en contra de él. En más de una ocasión Dios se ha encargado de llevarnos por el camino de las consecuencias de malas desiciones o usa otros medios u otras personas para convencernos de pecado. Necesitamos mostrarle al hermano que las puertas a la reintegración con la iglesia y la comunión con Dios están y estarán siempre abiertas esperando el momento en que se haya arrepentido. Oramos para que todas las historias terminen con un buen final, como la del hijo pródigo cuando regreso a la casa de su padre.


Juan Alberto Ovalle. Es predicador de la Palabra de Dios, comunicador, profesor de teología y autor.  Actualmente esta casado con Luz del Alba Soto, con la cual comparte el ministerio de la Palabra y tiene dos hijos, David y Jonatan.  Vive en Lawrence, Massachussetts.



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